Desde que Sara Cuellar -coordinadora general de Brillos del Desierto- me invitó, muy honrada y agradecida acepté participar en este increíble proyecto.
Concretamente, se trataba de una pasarela en las Dunas de Bilbao, cercanas a Viesca, Coahuila, cuyo objetivo era exponer el trabajo de joyería mexicana y así, presentar este poblado -recientemente nombrado como Pueblo Mágico- a los ojos del mundo.
Crear ocho piezas para pasarela era relativamente nuevo para mi. Mi pensamiento inmediato fue hacer piezas más grandes, es decir, las mismas que suelo diseñar pero a una escala mas grande. Lógicamente sabía que ese no era el camino: la técnica que utilizo contiene mucho detalle, mismo que sentía difícil poder hacer destacar en piezas “grandes”. El proceso creativo ya había empezado, al hacerme estos cuestionamientos.
Los temas de mis colecciones, surgen de la búsqueda de respuestas a mi propia existencia. Momentos, personas, eventos, sensaciones que se entretejen voluntariamente para formar una idea concreta, por lo general una solución o dicho de otra manera, una razón a mi existencia.
Tratar de ubicarme sin límite, fue el primer hilo conductor. Pasé tardes enteras probando nuevas formas de tejer mis chaquiras, permitiéndome experimentar y dejar libres mis manos. Cuando el tejido en ellas toma forma, la pieza me empieza a hablar. Esta vez me habló de lo que hay después de los límites que suelo ponerme inconscientemente por temor.
Me inundó la idea del desierto donde se presentarían, hablándome de una aparente soledad, de pérdida, sin senderos trazados ni guías que seguir.
Poco a poco mientras tejía, estas ideas se transformaron en espacios abiertos, horizontes lejanos, noches claras donde las estrellas nos indican el camino, lunas de plata que iluminan la inmensidad. De granos de arena que bajo el sol brillan, destellan y vuelan impulsadas por las ráfagas de viento.
Entregué los bocetos a solo 3 meses del evento. No tenía mucho tiempo para prueba y error, así que de la mano con mi equipo, como siempre, nos pusimos a trabajar.
Hubo muy pocos cambios y ajustes en el camino, logrando lo que se había plasmado en los bocetos, simplemente fluimos.
El evento fue un sueño, recibimos la primavera en el desierto con su sol al atardecer y después iluminados por la luna más grande que había visto hasta entonces: increíble augurio.
Mis compañeros diseñadores -Oscar Figueroa, Víctor Sabido, Eduardo Benítez y Marcela Riquelme- y yo, vivimos el rush de las corretizas de lo que sucede tras bambalinas: una mezcla de compromiso, orgullo, emoción, precisión, emotividad y sobretodo, mucho compañerismo y profesionalismo.
Guiados increíblemente por la siempre dispuesta y amorosa Beatriz Calles, Directora de Mercedes Benz Fashion Week México, y por la excelente y muy simpática coordinadora de moda Ana Margara Rodríguez.
Torreón nos recibió con los brazos abiertos, con el apoyo incondicional de Maru Villarreal de OCV Torreón.
Colegas y amigos diseñadores locales como Ángeles Loaiza, Rosy Granados y Gaby López, nos prestaron su apoyo, con lo cual la palabra gremio adquirió su verdadero y profundo significado.
Después de la pasarela, la noche se fue como hilo. Feliz y satisfecha con el resultado volví dentro de mi, al corazón de Taller Serra: mi total y profundo agradecimiento a mi equipo, Surasí, Giovanna, Ivette, Paty, Stephania, Angélica, Nora y Miriam, Carlos, Katy, Sandely, Gris y Blanca. Cada pieza habla y va cargada de nosotros.
Y las respuestas llegaron. Este entretejido en Viesca con sus Brillos del Desierto al atardecer, con la luna y las estrellas rodeándonos a todos los que participamos, se manifestaron dentro de mi, reforzando su significado: 5 colecciones.
Kayla: amor y soledad.
Raíces: Nomeolvides.
Mosaicos: posibilidades y perspectivas.
Agua: fluir y solo fluir.
Marcelo: horizontes.
Iré compartiendo y hablando de las piezas de cada colección y de Taller Serra. Por lo pronto aquí unas muestras de nuestro mas reciente trabajo, que fluya, vuele y nos lleve a mas aventuras y gozos.